Dentro de la Unión Europea (UE) existen grandes disparidades regionales. Para la consecución de la construcción de una Europa sólida se necesita de una mayor cohesión entre los territorios. Por dicha razón, la política de cohesión ha sido uno de los pilares de la construcción europea prácticamente desde su inicio. En este sentido, y apoyándose en los postulados de las teorías neoclásicas de crecimiento, la UE ha considerado la innovación y el progreso tecnológico como las piezas fundamentales para fomentar el crecimiento económico y, también, para promover la cohesión territorial. Desde principios de este siglo, la UE ha tratado de incrementar su esfuerzo inversor en I+D+i estableciendo el objetivo concreto de superar la cifra de inversión del 3% con respecto al Producto Interior Bruto (PIB). Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos realizados, aún no ha conseguido alcanzar dicho objetivo: en 2022, año más reciente para el que se dispone de información relativa a la inversión en I+D+i a nivel nacional en la UE, la cifra de inversión media se situó en torno al 2,2% sobre el PIB.
Más allá de la dificultad para alcanzar un nivel de inversión media en I+D+i elevado en la UE, existe un problema relevante y al que se ha prestado poca atención: la desigual distribución espacial de estos fondos. Las inversiones en I+D+i en Europa están muy concentradas geográficamente, especialmente en las regiones del Centro y Norte del continente. Por ejemplo, varias regiones suecas alcanzaron niveles de inversión en I+D+i superiores al 7,5% con respecto al PIB, mientras que otras situadas en la periferia de Europa, como por ejemplo en Rumanía, presentaron niveles de inversión en el entorno del 0,5% sobre el PIB.
En definitiva, la actual distribución geográfica de los recursos invertidos en I+D+i no parece ser la óptima para promover la cohesión territorial. Por un lado, las regiones periféricas y/o menos desarrolladas no han conseguido concentrar inversiones significativas y, por ello, se puede esperar que el efecto sobre la innovación y el crecimiento sea limitado. Pero, además, la literatura reciente sugiere que estos territorios gozan de una menor capacidad para innovar, es decir, para transformar los recursos invertidos en innovaciones. Principalmente ello se justifica en sus menos favorables condiciones socioeconómicas como, por ejemplo, su menor aglomeración de capital humano altamente cualificado, indispensable para un uso eficiente de los recursos invertidos. Por otro lado, las regiones más desarrolladas han concentrado mayores inversiones en I+D+i y han gozado de unas mejores condiciones socioeconómicas en términos relativos, por ello, son aquellas que tienen mayor probabilidad para crecer a través de esta vía.
Dada esta realidad, el principal objetivo de este informe es cuantificar el efecto que la I+D+i ha generado sobre el crecimiento económico de las regiones europeas en las últimas décadas estudiando si la I+D+i ha contribuido a la cohesión de las regiones europeas generando una dinámica de convergencia o si, por el contrario, la I+D+i no ha contribuido a esta convergencia. Propondremos una estrategia metodológica que nos permita ver la heterogeneidad que existe en Europa, con realidades muy dispares en el Sur, Norte o Este del continente.
En nuestro análisis se constata que la I+D+i generó un efecto heterogéneo sobre el crecimiento de las regiones europeas. Por un lado, la I+D+i resultó ser una variable clave para fomentar el crecimiento de la renta per cápita de las regiones más desarrolladas, es decir, de las situadas en el Centro y Norte de Europa. Sin embargo, en el periodo estudiado no se observó que la I+D+i, haya sido una fuente directa de crecimiento económico para las regiones situadas en la periferia de Europa. Este resultado obtenido impele a que la UE revise la consistencia entre dos de sus principales políticas: la política de ciencia e innovación y la política de cohesión territorial. Es cierto que la política de ciencia e innovación está funcionando en uno de sus objetivos fundamentales: fomentar el desarrollo económico y la competitividad de Europa. Pero se constata que, tal y como está diseñada, esta política no logra impulsar el crecimiento de las regiones periféricas y, por lo tanto, no contribuye a la necesaria y deseada cohesión territorial.
Los resultados muestran de forma clara que las políticas de innovación no deben centrarse únicamente en incrementar las inversiones en I+D+i. Es necesario promover inversiones en I+D+i combinadas con aumentos en el nivel educativo medio de la región para garantizar el uso eficiente de los recursos invertidos. En primer lugar, los individuos altamente cualificados son necesarios para poner en marcha proyectos de I+D+i. En segundo lugar, son agentes generadores de innovaciones por sí mismos, gracias a sus conocimientos y habilidades. En tercer lugar, funcionan como un elemento que permite atraer inversiones en I+D+i. Tanto las iniciativas públicas como privadas de I+D+i buscan desarrollar proyectos innovadores en áreas donde hay grandes cantidades de capital humano altamente cualificado y diversidad de perfiles de especialización profesional.